Ahora mismo hay una guerra abierta en Europa por los coches de gasolina y diésel a partir de 2035. Aunque parecía que los 27 mantenían una postura común, lo cierto es que un peso pesado como Alemania se ha desmarcado de la idea de prohibir totalmente la comercialización de motores de combustión después del 2035, y ha exigido que se introduzca una excepción para los combustibles sintéticos: una propuesta que parecen apoyar varios países, pero que rechazan principalmente Francia y también España.
¿Quieres saber por qué, y qué propone cada “bando” en esta batalla por el futuro de la automoción en Europa? Te lo contamos todo a continuación.
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El origen del conflicto por la prohibición de los motores de combustión
El conflicto se desató tras ratificar el Parlamento Europeo en febrero la legislación que prohíbe vender coches de gasolina o diésel a partir de 2035. La votación del Consejo Europeo en la que cada Estado miembro debía ratificar la norma, estaba planeada para el 7 de marzo. Todo parecía marchar según lo previsto, cuando Alemania dio un puñetazo sobre la mesa y anunció que la vetaría si no se introducía en la legislación de la UE una excepción para permitir el uso de carburantes sintéticos.
El plantón de Alemania obligó a posponer la votación, por ahora sin fecha. Pero este movimiento no es más que una muestra más de la preocupación que existe en el sector automovilístico en general y en muchos Estados miembros en particular por una prohibición total de la venta de coches térmicos a partir de 2035: una fecha para la que quedan apenas 12 años y que está poniendo en serios, muy serios aprietos a la industria del automóvil en Europa.
¿Qué países están en contra de la prohibición total a partir de 2035?
Alemania no está sola en este cerco a la nueva normativa. Italia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumanía y Polonia apoyan la iniciativa alemana de introducir una excepción para los combustibles sintéticos que permita seguir usando motores de combustión en nuevos vehículos más allá del horizonte de 2035, y posibilitar así una transición más sosegada hacia la descarbonización de la automoción, más acorde con la realidad de la industria y de la economía europea.
La razón de que estos países precisamente sean los que respaldan esta idea no debe extrañarnos. Hay que tener en cuenta que todos ellos son países con una fuerte industria del automóvil que supone un porcentaje importante del PIB de estas naciones europeas, desde la misma Alemania o Italia, hasta muchos países de Europa del Este.
Por tanto, existe desde hace tiempo una lógica inquietud en los gobiernos y sociedades de estos países no sólo por el enorme desafío que supone el cambio de modelo energético y tecnológico para la industria del automóvil, sino también por el riesgo real que existe de quiebra, cierre o deslocalización de esta industria, con el consiguiente perjuicio no sólo para la economía sino para el empleo, que en estos países equivale a decenas de miles de puestos de trabajo.
¿Qué países apoyan el fin de los coches térmicos?
La otra parte en este conflicto es el bando encabezado principalmente por el resto de países con Francia a la cabeza, que apuesta decididamente por mantener la fecha de 2035 como el año límite a partir del cual no podrán seguir vendiéndose coches térmicos en Europa. Si bien los franceses en un inicio plantearon dudas parecidas a las de Alemania respecto a los híbridos enchufables, ahora el propio ministro de Economía galo Bruno Le Maire se ha referido al veto alemán y sus aliados como un movimiento “peligroso”.
El problema que plantean los combustibles sintéticos es que su uso y producción no resultan viables a largo plazo desde un punto de vista económico y medioambiental, principalmente porque requieren enormes cantidades de energía y recursos, lo que los hace mucho más caros que los convencionales, además de que necesitan de una gran infraestructura especializada que actualmente no existe a gran escala.
Estos problemas son los que plantea Francia para oponerse a la excepción sobre los sintéticos. Pero lógicamente, también hay razones económicas -al igual que en el caso de Alemania o Italia- en su postura: Francia cuenta con una potente industria de producción energía eléctrica a través de centrales nucleares, y su industria automovilística con Renault y también el grupo Stellantis a la cabeza lleva años apostando por el coche eléctrico previendo una electrificación total de la industria del automóvil, con inversiones multimillonarias que ahora correrían peligro.
¿Por qué España apoya la electrificación total?
Pero los franceses tampoco están solos en esta liza. Si Alemania tenía como principal aliado a un socio fuerte como Italia, Francia tiene de su lado a España, cuyo gobierno también ha criticado el paso atrás de última hora dado por Berlín en el camino hacia la descarbonización de la industria del automóvil.
¿Por qué España apoya la postura francesa apostando por la electrificación total del automóvil? Hay varios motivos. Es cierto que nuestro país cuenta también con una potente industria automovilística, siendo el segundo mayor productor de coches de Europa, por lo que a primera vista podría pensarse que estaría más interesada en apoyar las tesis germanas; sin embargo, una mayoría de las plantas de producción de automóviles afincadas en España producen para el grupo francés Stellantis.
Se entiende entonces que el gobierno español se alinee con Francia y con su apuesta por el coche eléctrico; además, España ha estado realizando también fuertes inversiones hacia la electrificación total en línea con el objetivo de 2035, por ejemplo con la multimillonaria inversión para la gigafactoría de baterías del Grupo Volkswagen (que incluye a la marca Seat) en Sagunto, y para transformar todas las plantas de Martorell (Cataluña) y Landeben (Navarra) y reorientar su producción hacia los coches eléctricos.
¿Qué opinan las principales marcas de vehículos?
También las principales marcas de vehículos europeas han querido alzar su voz en este debate posicionándose a favor de uno u otro bando. Marcas como Volvo, por ejemplo, han mostrado su preocupación por el veto alemán y creen que sólo contribuye a bloquear las inversiones y a sembrar incertidumbre en una industria que ya afronta importantísimos desafíos.
Otras sin embargo como Porsche (incluida dentro del grupo alemán Volkswagen) sí ven con buenos ojos la coexistencia de eléctricos y térmicos más allá de 2035, que podría ser posible con los combustibles sintéticos, y que permitiría seguir usando los actuales vehículos de combustión sin aumentar las emisiones de CO2 (sí tendrían otras emisiones contaminantes, aunque ese es otro debate). Porsche es precisamente una de las marcas que está invirtiendo en desarrollar combustibles sintéticos (ya los está produciendo en Chile), al igual que el fabricante italiano Lamborghini.
La solución a la “guerra” propuesta por Bruselas
Con tantos intereses encontrados, los rumores apuntan a que la Comisión Europea habría optado por una postura práctica escogiendo el camino de enmedio. En pocas palabras, se estaría planteando aceptar las demandas de Alemania y sus aliados para incluir una excepción al uso de carburantes sintéticos, por lo que en la práctica, podrían seguir vendiéndose coches térmicos más allá del año 2035.
Esta concesión tendría como contrapartida para satisfacer a Francia, varias condiciones; para empezar, se introducirían cambios en la ley restringiendo qué coches con motor térmico podrían seguir vendiéndose tras 2035. Además, es más que probable que el uso de combustibles sintéticos se limite a los e-fuels propiamente dichos: es decir, a aquellos carburantes sintéticos que utilizan única y exclusivamente energías renovables en su fabricación, y cuya quema produce el mismo volumen de CO2 que el utilizado para su producción (por tanto, tendría unas emisiones netas de carbono neutras).
En cualquier caso, la “guerra” en Europa por el fin de los coches de gasolina y diésel en 2035 aún está lejos de acabar, incluso aunque se llegue a un acuerdo. Para empezar, habrá que redactar un nuevo texto legal una vez se consensúen los cambios, que deberá volver a votarse en el Parlamento Europeo; y con las elecciones europeas previstas para mayo de 2024, es probable que haya que esperar a ese año para que se vote la nueva legislación. Más allá de eso, los desafíos que afronta la industria del automóvil con la descarbonización, auguran que esto es sólo el principio de un largo y tortuoso camino.